La verdad sobre AEGIS (2)

Menuda paliza.


La Federación de Pilotos no entregaba el título de "comandante" a cualquier piloto que poseyera una nave. Ese era un título reservado para los mejores, para los que demostraban unas capacidades fuera de la media galáctica. De un piloto se esperaba que siguiera las órdenes y que raramente destacara. Cualquiera era capaz de tomar una nave y transporter mercancías, combatir, pasar contraband e, incluso, dedicarse a la piratería.


Un comandante era mucho más que eso: era un agente libre, alguien que tomaba su propia nave y se lanzaba al vacío del espacio sin aliados y sin Puerto de salida o de destino. Un comandante era capaz de las más increíbles proezas, el mero título inspiraba respeto entre civiles y pilotos, y muchos se lo pensarían dos veces antes de enfrentarse a uno, incluso aunque fuera un "Novato". No eran raras las historias de comandantes de poco rango que, pilotando una Cobra o una Viper habían puesto en apuros a Anacondas y sus escoltas.


Cuando un grupo de comandantes se unían en un escuadrón con un objetivo común, el universo temblaba. La economía de sistemas enteros fluctuaba, las facciones caían en la miseria o se alzaban a la Gloria, las guerras se desataban y llegaban a su fin. Cuando un escuadrón de comandantes se lanzaba a la Guerra, la policía dejaba paso al ejército, pues sabían bien que cada una de esas naves  modificadas podia acabar con equipos enteros sin problemas.


Y quizá por eso, quizá por ese exceso de confianza... el escuadrón Infinity no vio venir el palizón que les habían pegado. El centro hospitalario de Alcazar's Hope había sido el encargado de recibir a los malheridos comandantes (bendito sistema de eyección). AEGIS sabía bien el tipo de atención que iba a atraer y, cuando se dio la alarma del as alto, los refuerzos no tardaron en aparecer...


—¡Pero es que venían de seis en seis, tío! ¡Las anacondas, de seis en seis!
—¡Y eso después de que nos cargáramos a las puñeteras Diamond Backs! —respondió el comandante Lecitrón—. ¡Cómo repartían las condenadas! Esos láseres de pulsos estaban envenenados, os lo digo yo.
—¿Pulsos? ¡Tú te enfrentaste a los blandengues! —añadió Han Tanhausser—. Tenías que ver a los de los cañones de raíl, ¡me voló el escudo en y menos!
—¿Y las Anacondas? —dijo Ambit, volviendo a su observación inicial—. En serio, ¡de seis en seis, tío! Que en un momento estábamos Volgrand y yo aguantando a una, ¡y que no se moría! ¡Ni el escudo le quitábamos!
—A todo esto, ¿dónde está Volgrand? ¿Y Maya Fey?


Todos se miraron entre sí hasta que alguien levantó un proyector holográfico para comprobar la localización de sus compañeros. Hubo un inspiración alarmada.


—Tíos, tíos, tíos, ¡que han vuelto! ¡Que ese par de locos han vuelto a la estación de comunicaciones de AEGIS!
—¡¿Qué?! ¿Pero están chalados? ¡Con qué piensan enfrentarse a esos bestias!
—Pues... con... —murmuró  Lecitrón mientras comprobaba sus comunicaciones—. Vale, Maya Fey va con su Diamond Back "Magpie".
—Vale, ella podrá huir y esconderse. ¿Y ese loco de Volgrand, con qué va? ¿Con su Python? ¿Su Cobra MK3? ¿Su ASP?
—Pues... ha ido con su Diamond Back Scout también que se llama...


Pero Lecitrón no llegó a decir el nombre, porque le dio un ataque de risa.


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"Plan B" se deslizó en silent run a pocos kilómetros de las patrullas de AEGIS. Su pintura negra hacía que fuera casi imposible ver a la Diamond Back Scout en la oscuridad del espacio, y una gestión superior del calor hacía que pudiera mantenerse oculta todo el tiempo que fuese necesario.


—Pues yo destruí un par de naves de AEGIS con mi Vulture y oye, casi no la tengo modificada.
—Maya, corta comunicaciones que aún nos van a detector.
—Qué poca experiencia tienes en esto, Volgrand. Hay demasiado ruido de comunicaciones, esta es una estación repetidora. Podría gritar en todos los canales y aún no sabrían dónde estoy.


Volgrand ya no respondió, probablemente Maya tenía razón, pero su lógica interna le decía que si no quería que le descubrieran, tenía que callarse. Así que en silencio, acercó a "Plan B" a un modulo de comunicaciones y dejó que su ordenador rompiera sus protecciones para accede a los registros.

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